jueves, 29 de agosto de 2013

Destino de vacaciones: Montpellier

Cambiando un poco la temática de mis últimas entradas y volviendo un poco a los orígenes de este blog, retomo el tema de los viajes. Mi destino de este verano ha sido la ciudad francesa de Montpellier.

Localizada al sur del país galo, es la capital de la región Languedoc-Rossellón y cuenta con una población aproximada de 260.000 habitantes. Montpellier es una ciudad vibrante, llena de vida y bullicio, tanto de día como por la noche, con una gran oferta cultural, monumental y de ocio. Su centro urbano está plagado de callejuelas y en cada una de ellas puedes encontrar algo interesante que fotografiar, desde una iglesia, museo, parque o simplemente una bonita terraza. Esto último ha conseguido "enamorarme" puesto que cada pequeño rincón es aprovechado por bares y otros locales para colocar sus mesas, haciendo de estas terrazas el lugar perfecto para tomar una copa de vino con los amigos y huir del calor del verano.

Sin ánimo de ser exhaustiva, enumeraré los principales lugares de interés, aquellos que (desde mi parecer) ningún viajero debería perderse.

Comenzamos nuestra "ruta" particular en la Place de la Comédie, centro neurálgico de la ciudad. En ella podemos encontrar la llamada Fuente de las Tres Gracias (Aglaé, Euphrosine y Thalie), construida por el escultor Étienne d'Antoine en 1773, que constituye uno de los emblemas de la ciudad. Detrás de la citada fuente, se sitúa la Opéra Comédie (1888), una de las dos óperas que posee Montpellier.


A continuación, en uno de los extremos de la Place de la Comedie comienza la explanada Charles de Gaulle, donde podemos encontrar la oficina de turismo. El parque se trata de un complejo constituido por jardines, varias fuentes, un lago y un par de edificios de exposiciones. Uno de ellos dedicado a la fotografía y el segundo (Espace Dominique Bagouet) a las artes plásticas. Ambos son gratuitos y las exposiciones bastante interesantes. En mi primer día en Montpellier tuve la oportunidad de darme una vuelta por ambos y descubrir la obra del pintor Albert Dubout, la cual es bastante recomendable: lo que más me llamó la atención fueron sus cuadros sobre corridas de toros, cuanto menos originales.

Al extremo de la explanada Charles de Gaulle se halla la Opéra Berlioz, la segunda ópera de Montpellier, construida en 1990, y que también constituye el Palacio de Congresos (1988) que recibe en nombre de Corum. Si continuamos en esta dirección, bajando unas escaleras que conectan la explanada con la parada de tranvía del Corum, nos encontramos con el Jardin des Potiers, un jardín arqueológico medieval que cuenta con los vestigios de la Iglesia del Espíritu Santo (siglo XIII) y de la Puerta de Pila Saint Gély (siglo XIV).

Bordeando los muros exteriores del casco viejo, otro edificio que llama nuestra atención es el Agora; antiguo convento de las Ursulinas, construido en 1641, fue convertido en una prisión de mujeres en la Revolución y, actualmente, constituye el Centro Nacional de Coreografía y la Ciudad Internacional de la Danza.

Continuando nuestro camino, llegamos hasta el Bulevar Henri IV, donde se encuentra el jardín botánico o Jardin des Plantes, una visita totalmente recomendable para desconectar del bullicio y del ruido de la ciudad, descansar un momento rodeados de su vegetación y dar un reconfortante paseo bajo la sombra de sus arboledas (algo que se agradece en verano). Justo en la acera de enfrente se localiza la facultad de medicina y, detrás de la misma, la Catedral de San Pedro (Cathédrale Saint-Pierre); el Papa Urbano V hizo construir en 1364 un monasterio y su correspondiente iglesia, que posteriormente, sería transformada en catedral en 1536. De esta catedral lo que sorprende es su inusual pórtico principal, así como el colorido de sus vidrieras.











A pocos metros del citado jardín botánico se encuentra la Place Royale du Peyrou, dominada por la estatua ecuestre de Luis XIV y con el Château de l'eau y el acueducto de San Clemente al fondo. Es un parque perfecto para ir al atardecer, a contemplar la puesta de sol mientras disfrutas de una buena copa de vino, sentados en el césped junto a los amigos... muy bohemio y muy francés todo.








Enfrente del parque y como puerta de acceso al centro histórico de la ciudad, se erige el Arco del Triunfo, construido a finales del siglo XVII, en honor de Luis XIV. Junto a él, encontramos el Palacio de Justicia, edificio de estilo neo-clásico, construido en 1853 y que ocupa el antiguo emplazamiento del Château des Guilhem.


Abandonando el casco histórico de Montpellier, emprendemos el camino hacia otra de las zonas más emblemáticas de la urbe: Antigone. Se trata de un barrio de estilo neo-clásico, diseñado por el arquitecto catalán Ricardo Bofill. Supone una ruptura total con el estilo predominante en el centro histórico, que recuerda en algunos momentos a las ciudades de la antigua Grecia o Roma, inspiración que se manifiesta en las esculturas que adornan sus calles, dedicadas a dioses griegos como Poseidón o Diana. Además, aquí podemos encontrar la Mediateca Central Émile Zola y la piscina olímpica. Antigone concluye con la Place de l'Europe, una plaza flanqueada en uno de sus lados por un edificio en forma de semicírculo y, en el otro extremo, por el río Lez.






Para los amantes del arte, Montpellier cuenta con muchas galerías, museos y centros de exposiciones, aunque el más relevante y de visita obligada es el Museo Fabre, fundado en 1825 por el pintor local François-Xavier Fabre. El museo cuenta con una gran colección de obras de todos los momentos y corrientes artísticas, pudiendo destacar obras de autores como Rubens, Zurbarán, Delacroix, Monet, Sisley, Degas, Manet o Duchamp. Así mismo, hasta octubre de 2013, el museo cuenta con una exposición dedicada al pintor impresionista Signac, en conmemoración del 150 aniversario de su nacimiento.

En cuanto a lugares de ocio, cabe mencionar el centro comercial Odysseum, al que se puede llegar a través del tranvía, y que aglutina casi todas las tiendas de moda, cafés y restaurantes. En sus proximidades también se encuentra el aquarium Mare Nostrum, el planetario y algunas otras instalaciones de recreo. El otro centro comercial lo encontramos en el centro, el Polygone, que une la explanada Charles de Gaulle con Antigone.

Respecto a la vida nocturna, algo muy importante de una ciudad, sobre todo si vamos de vacaciones, Montpellier ofrece una gran cantidad de alternativas para todos los gustos. Todas las calles del centro están plagadas de bares, restaurantes y pubs de todas clases y estilos. Como recomendación: buscad los locales que estén un poco más alejados de la Place de la Comédie, porque serán algo más económicos. Hay que tener en cuenta que Montpellier es una ciudad cara, pero aún así se pueden encontrar establecimientos con precios razonables.

Otra de las ofertas nocturnas/ enológicas/ gastronómicas más importantes e interesantes de Montpellier son Les Estivales. Se trata de una degustación de vinos de la región que tiene lugar en la explanada Charles de Gaulle todos los viernes, durante el verano. Parece una pequeña feria, con puestos de artesanía, bisutería, comida, conciertos en directo y, por supuesto, vino. Por el módico precio de 5€ compras una copa y tres tickets para canjearlos por vino. Prácticamente toda la ciudad acude a este evento, por lo que la animación y el buen ambiente están garantizados.

Soy consciente de que me dejo muchas cosas en el tintero acerca de Montpellier y sus alrededores, pero me conformo con haber despertado la curiosidad del lector acerca de esta ciudad. 

Montpellier ha sido la primera ciudad francesa que he conocido, pero su estilo de vida, sus calles y arquitectura me ha cautivado, así que prometo que no será la última visita al país galo. 


Un saludo.








sábado, 3 de agosto de 2013

Las flores de la guerra (Flowers of War)


Ha pasado bastante tiempo desde que escribiera mi última entrada. Mi artículo de regreso ha tenido que esperar a que encontrara algún tema lo suficientemente interesante, algo sobre lo que mereciera la pena escribir. Por fin puedo afirmar: ¡lo conseguí!

El tema en cuestión que ha conseguido sacarme de mi letargo "bloggero" es el filme chino Las flores de la guerra, protagonizada por uno de mis actores fetiche, el galés Christian Bale (Batman). Llevaba mucho tiempo queriendo ver esta película, más o menos desde que supe de su existencia allá por el año 2011. En España no se estrenó hasta el presente año, hace ya algunos meses; pero muy a mi pesar, no llegó a las salas de cine de mi ciudad, como tantas otras buenas películas que se quedan por el camino. Por eso he tenido que esperar hasta que la misma ha estado disponible para alquiler en Internet.

Las flores de la guerra, adaptación de la novela Las trece mujeres de Nankín, está basada en acontecimientos reales, que sucedieron en 1937, en la guerra mantenida entre China y Japón. La acción se localiza en la ciudad china de Nankín, que está siendo tomada por el ejército japonés, aunque aún queda algún escuadrón chino que intenta defenderla de los invasores. En este estado de los hechos, llega a la misma John (Christian Bale), ciudadano americano que trabaja en una funeraria, para enterrar al difunto párroco de la iglesia católica de Nankín.

(Spoilers)

En la citada parroquia, John se encuentra con un grupo de niñas, estudiantes del convento, que se refugian de la guerra bajo la protección que les ofrece las puertas de la iglesia. Ante estas mismas puertas llega un grupo de prostitutas, buscando el mismo amparo frente a la violencia de la guerra.

Las terribles acciones del ejército japonés hacen que John se erija en protección de ambos colectivos de mujeres, haciéndose pasar por el párroco, puesto que el ser americano supone una cierta garantía de seguridad.

John aceptará la presencia de las prostitutas en la parroquia; situación que, en un principio, producirá conflictos con las estudiantes. La educación conservadora y católica que han recibido las niñas contrasta con el exotismo y la sensualidad de las prostitutas. Sin embargo, las mutuas necesidades y los miedos comunes harán que aprendan a valorarse unas a otras, empezarán a conocerse, disminuyendo sus diferencias y dándose  la oportunidad de aprender el significado del sacrificio y el honor. Las prostitutas se solidarizarán con los problemas a los que se enfrentan las estudiantes, pues no son más que el reflejo de la infancia que a ellas mismas les robaron, una infancia a la que aquellas niñas ya no podrán volver después de vivir los horrores de la guerra.

Las flores de la guerra es una buena película, otra más que narra los horrores de la guerra, especialmente los sufridos por las mujeres. Es una historia intimista, que muestra los miedos, cobardías y heroicidades que el ser humano es capaz de llevar a cabo en situaciones extremas, así como los conflictos personales y morales a los que el individuo se enfrenta: el sentido de supervivencia frente al de protección, el egoísmo o la cobardía frente a la valentía, presentada a través de pequeñas acciones y gestos desinteresados.

A pesar de que la historia se desarrolla casi en su totalidad, dentro de los muros de la parroquia, las más de dos horas del filme transcurren sin que el espectador caiga en el tedio. El guión está bien planteado, la acción y los personajes atrapan al espectador, consiguiendo la empatía del mismo con las vicisitudes de los protagonistas. También es de admirar su fotografía, que aporta algunas imágenes bastante bellas, en contraste con otras que nos muestran la desgarradora cara de la guerra

Desde mi más humilde opinión, recomiendo esta película a todos aquellos que les guste el cine bélico, las historias sencillas pero con profundidad o a los que simplemente disfruten con una buena película, al margen de las "americanadas" de turno que llenan las salas de cine y la parrilla televisiva (algunas de ellas también son buenas o, al menos entretenidas).



Como despedida, os dejo con su trailer, para ir abriendo boca. Espero que os guste tanto como a mí.

Un saludo.