viernes, 29 de agosto de 2014

Marsella, capital de la Provenza

Mi última aventura turística me ha llevado hasta la bella Marsella, en la Provenza francesa. 

Marsella es la ciudad más antigua de Francia, bañada por el Mediterráneo y con una gran herencia histórica; colonizada tanto por los griegos como por el Imperio Romano, posteriormente. Cabe también destacar su peso en la historia contemporánea, por la influencia que tuvo en la Revolución Francesa de 1789: quinientos voluntarios marcharon a París en 1792 para defender el gobierno revolucionario; en su marcha cantaban una canción, La Marsellesa, que se convertiría en el himno nacional de Francia.

Tras esta breve introducción histórica, paso a enumerar los principales puntos de interés turístico de la ciudad, que no son pocos. Para visitarla cómodamente serían suficientes tres días, que son los que yo empleé y considero que no me dejé muchas cosas sin ver. 

Probablemente, lo primero que el viajero contemplará de Marsella es su estación de tren (y anexa, estación de autobuses). El edificio de la estación St. Charles se encuentra en una colina, lugar privilegiado que permite al recién llegado asomarse a la ciudad, como si de un enorme balcón se tratara, saludando por vez primera a la urbe.  

Cerca de la estación se encuentra uno de los lugares más bellos de toda Marsella, el Palais Longchamp, en el que se ubica el Museo de Bellas artes por un lado y el Museo de Historia Natural por otro, así como un jardín botánico. El monumento, inaugurado en 1869, tiene como origen la conmemoración de la construcción de un canal que abastecía de agua a la ciudad, por lo que el agua es su elemento protagonista a través de las imponentes fuentes que lo componen.



Una de las principales calles de Marsella, que une la zona más moderna con la parte antigua es La Canebière, donde se pueden encontrar la mayoría de las tiendas de ropa, algunos restaurantes, así como la oficina de información turística. La citada calle desemboca en el puerto viejo (Vieux Port), repleto de pequeños barcos veleros y yates, donde el azul del mar y del cielo, contrastan con el dorado de los edificios, dándole ese aura de calidez evocadora de épocas pasadas. En una de las márgenes del puerto (a la derecha según accedes desde la Canebière) se encuentra el Ayuntamiento (Hôtel de Ville); continuando por la misma, en el final del dique, se ubica el fuerte St. Jean, que acoge el denominado MUCEM (Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo). El complejo se haya formado por la citada fortaleza, desde la cual se pueden contemplar unas magníficas vistas de la ciudad y del puerto, así como de otros edificios ubicados en el malecón J4 del puerto de Marsella y el barrio de la Joliette, cuya arquitectura hace un juego de contrastes muy interesante.

A pocos metros, se erige la Basílica de Santa María la Major, edificio de estilo románico-bizantino. Su interior es muy interesante, ya que el dorado de sus cúpulas y los tonos cálidos de los mármoles nos aproximan más a oriente que a una iglesia occidental, convirtiéndola en una catedral única en Francia. Fue construida en la segunda mitad del siglo XIX, entre los años 1852 y 1893, sobre los restos de la antigua catedral románica.




En la misma zona se encuentra uno de los barrios más turísticos y con más encanto de Marsella, le Panier, repleto de pequeñas tiendas artesanales, pastelerías y cafés muy típicos. Pasear por sus calles es una experiencia bastante grata, pues te invade una sensación de que el tiempo se detuvo años atrás. Sin salir de este barrio, otro de los monumentos de interés de la ciudad es La Charité, edificio del siglo XVIII, que actúa como centro cultural, con museos, restaurantes, cine, así como diversas exposiciones temporales y actividades a lo largo del año.
Volviendo al Vieux Port, recorremos su margen izquierda, donde se encuentra la Abadía de San Víctor, fundada en el siglo V cerca de las tumbas de los mártires de Marsella, entre los que se encontraba San Víctor, que le da nombre a la abadía. El monasterio fue disuelto durante la Revolución Francesa, siendo despojado de sus tesoros y destruyéndose su claustro; no obstante, se conservaron la iglesia y la cripta.
El fuerte de San Nicolás y el Palais du Pharo se encuentran muy próximos a la citada abadía. Sin embargo, no entraré en detalles puesto que, siendo sincera, no tuve oportunidad de visitarlos.

Ubicada sobre una colina a 162 metros de altura, Notre-Dame de la Garde corona la ciudad de Marsella. Se trata de una basílica menor, de estilo neo-bizantino y un lugar de culto para los pescadores marselleses. Constituye una de las imágenes más características de Marsella y desde ella pueden contemplarse unas extraordinarias vistas de la ciudad y de las islas. Para llegar hasta ella hay que caminar por una escarpada cuesta, así como un tramo de escaleras, pero el esfuerzo merecerá la pena al visitante.

Otro de los lugares imprescindibles de Marsella es el Castillo de If. Para llegar hasta él es necesario tomar un barco desde el puerto viejo, puesto que se encuentra ubicado en una de las islas próximas a la ciudad, en el archipiélago de Frioul . El Castillo de If es una prisión construida entre 1527 y 1529. Hay bastantes leyendas acerca de los personajes que fueron encarcelados en ella, que incluyen al hombre de la máscara de hierro o al marqués de Sade.
Sin embargo, la gran celebridad del Castillo de If se debe al escritor Alejandro Dumas quien, en su novela de El Conde de Montecrito, encierra a su personaje principal (Edmundo Dantés) en la prisión. Para los amantes de la novela de Dumas, como yo, es una visita obligada.

Marsella también tiene una gran oferta en cuestión de museos. Entre ellos se pueden destacar el Museo de Bellas Artes, ubicado en el Palacio Longchamp; el Museo de Artes Decorativas, en el Palacio Borély; Museo de Arte Contemporáneo; la cité radieuse de le Corbusier; o el MUCEM y el museo ubicado en La Charité, citados anteriormente, entre otros.

En cuanto a mi percepción personal sobre la ciudad, Marsella es una ciudad con mucha vida, repleta del bullicio propio del Mediterráneo. El único aspecto negativo es la suciedad de algunas zonas, hecho que podría restar algo de interés o suponer algún inconveniente al viajero; no obstante, ello no impide captar la esencia de la ciudad, puesto que el atractivo de las ciudades históricas reside en ese sabor rancio y antiguo que desprenden sus calles y sus fachadas sin encalar.


Un saludo.








martes, 8 de abril de 2014

Entre el cielo y el infierno

El pasado domingo se celebró con gran éxito, el primer Certamen Literario organizado por La Open Gallery, en el cual tuve el gusto de participar (gracias chicos por dejarme colaborar). Bajo el título "Entre el cielo y el infierno", se expusieron varios textos que confrontaban la religión con diversos temas de actualidad, como los derechos humanos, el aborto, la ciencia... Quiero compartir mi texto, sobre la vida después de la muerte, con todos aquellos que no pudieron asistir. 

La muerte se presenta cual ave carroñera que sobrevuela nuestras vidas, esperando el momento idóneo para cernirse sobre nuestras cabezas, como buitre sobre su presa.

¿Qué es la muerte sino el verdadero significado de la vida? ¿Qué es la muerte, sino la última y más certera fase de nuestra existencia?

La vida en sí misma carecería de valor, de interés o de aliciente alguno si no tuviera un final determinado. Si pudiéramos posponer todas nuestras decisiones importantes para un futuro incierto que nunca llegaría, ¿realmente merecería la pena vivir?

El riesgo de perder una cosa es lo que nos hace valorarla más, así como la certeza de que algún día moriremos es lo que nos empuja a levantarnos cada mañana, espoleándonos a luchar por nuestros sueños, incitándonos a amar, sentir, odiar, reír o llorar... en definitiva, a vivir.

Una duda atenaza mi espíritu: ¿por qué necesita el ser humano la existencia de una vida post mortem? ¿La avaricia del hombre no se ve satisfecha con una vida plena? Y la respuesta que hallo, habitualmente es negativa. Todas las creencias tienen sus teorías al respecto sobre ese “otro lado”.

Cielo e infierno son conceptos antagónicos recurrentes que se repiten continuamente. Basándonos en enseñanzas y doctrinas teológicas, culturales y tradicionales, la principal razón de nuestras “buenas obras”, en resumidas cuentas, debe ser evitar la condenación eterna o granjearnos un pase al paraíso.

Motivación interesada que desvirtúa cualquier acto espontáneo de bondad, generosidad o compasión que pudiera albergar el corazón humano. Nuestros actos altruistas dejan de ser desinteresados. Deberíamos actuar para mejorar nuestro mundo, sin importar lo que pudiera pasar en el “más allá”. Si no somos capaces de actuar como es debido en la vida presente, que conocemos y de la que somos conscientes, ¿cómo asegurar que nos comportaremos mejor en otra hipotética vida?

Independientemente de nuestras creencias, el paso del tiempo se escapa a nuestro control; es una fuerza que corre en nuestra contra desde la primera inhalación. La vida, algo que creemos tan nuestro, se nos escapa como arena entre los dedos, lenta y sigilosamente… fugándose sin que podamos hacer nada por evitarlo.

Por mucho que queramos, no podemos controlar nuestro tiempo, es un hecho que debemos aceptar. Como no nos rendimos ante algo que escapa de nuestro control, es por lo que creemos firmemente en la existencia de otra vida post mortem; aferrándonos a la existencia de un “algo más” que compense la vacuidad e insipidez de nuestra vida terrenal. Y en esa creencia de una vida eterna incierta, desperdiciamos miles de instantes hermosos; por no saber disfrutar de esos momentos fugaces que hacen que la vida merezca ser vivida.

No tenemos suficiente con una vida, buscamos la eternidad… ¿para qué? Sólo espero que no sea para seguir arrastrando las miserias y calamidades que arrastramos en la vida terrenal, porque si es así, yo no la quiero.

Ama intensamente, sueña a lo grande, odia, trabaja duro, desespérate a veces por no conseguir lo que quieres, llora desconsoladamente, ríe con todas tus fuerzas… pero no guardes nada para el otro mundo. Consúmete en el presente y deja tu huella en las personas que te rodean. Es la única forma de mantener viva tu alma inmortal.

El recuerdo que los demás tengan de nosotros es la mejor recompensa que podemos tener sobre nuestra vida. Que nuestro último aliento respire paz y tranquilidad por haber disfrutado de una vida plena.

“¿Morirme? Es lo último que pienso hacer en la vida”.



Verónica Villarejo Medina

viernes, 28 de marzo de 2014

La huella blanca

La Huella Blanca es una novela histórica ambientada en la Irlanda celta del siglo V d.C. La historia comienza cuando Bróenán, jefe de una tribu irlandesa decide llevarse al hijo del jefe de la tribu enemiga, tras una batalla en la que acaban con la vida de todos los miembros de la misma. 

El "niño robado", Ciarán, es criado por Bróenán como si fuera su propio hijo. El joven desconocerá sus orígenes hasta ya entrada la adolescencia, lo que provocará su ira para con la que había sido su familia y su repentina marcha de la tribu, exiliándose en búsqueda de su lugar en el mundo, intentando hallar el modo de poder casarse con el amor de su vida, Olwen.

Aunque parte de una premisa y una base sencilla, como es el amor y las rencillas familiares y tribales, La huella blanca es una novela que merece la pena porque es muy descriptiva y didáctica acerca de la vida celta. A través de las aventuras y desventuras de Ciarán y Olwen, nos muestra cómo eran las rutinas y costumbres de los pueblos irlandeses de aquella época: la importancia de los animales, su relación con los dioses y diosas, la estructura jerárquica y la forma en que se ejercía el poder en los poblados, las relaciones paterno-filiales y matrimoniales, festividades, tributos, así como la entrada del cristianismo en Irlanda. Así, por ejemplo, una de las festividades más importantes era Samain, fecha en la que comenzaba en invierno y que simbolizaba la caída del velo ente el mundo de los vivos y de los muertos... lo que en la cultura anglosajona actual se conoce como Halloween o, en nuestra tradición patria, la noche de difuntos.

La huella blanca cuenta una historia de amor, de búsqueda de la propia esencia, de espera y de evolución personal. El amor de Ciarán y Olwen es tan intenso que no se ve afectado por el paso del tiempo, es capaz de vencer los obstáculos que la vida les interpone. A través de las páginas de esta novela se ve cómo los personajes van evolucionando, comienzan siendo unos niños y somos testigos de su  madurez, al superar las duras pruebas que la vida les interpone.

Por otro lado, la novela también hace mención a la introducción del cristianismo en la Irlanda celta, a través de pequeñas comunidades que se asentaban en las tribus autóctonas. Así, aparece como uno de los personajes secundarios Patricio, un joven cristiano que es secuestrado por Ciarán y que será vendido como esclavo a los irlandeses... el mismo que pasará a convertirse en San Patricio.

Como conclusión, tras este breve análisis de la novela, La huella blanca es una lectura totalmente recomendable a los amantes de Irlanda y la cultura celta, dada la riqueza de sus descripciones y explicaciones. Es una buena forma de aprender un poco más sobre la isla esmeralda, de una forma amena y relajada.

Un saludo.


lunes, 11 de noviembre de 2013

Ave, César

El pasado sábado tuvo lugar en Úbeda (Jaén) la representación de la obra de teatro Julio César, en el marco de la XIV Muestra de Teatro de Otoño, que se celebra en la citada ciudad cada año.

Julio César es una obra del célebre e intemporal William Shakespeare, dirigida por Paco Azorín y protagonizada por Mario Gas, Sergio Peris-Mencheta, Tristán Ulloa, Agus Ruiz, Pau Cólera, Carlos Martos, Juan Ceacero y Pedro Chamizo.

La representación se centra en las últimas horas de vida de César, en las manipulaciones y maquinaciones que llevaron hasta su asesinato. La deslealtad, envidia y miedo a quedar sujetos a una tiranía conducen a algunos de sus consejeros más cercanos a planear y cometer el crimen.

La escenografía es sobria, casi austera, dejando todo el protagonismo a quien verdaderamente lo merece: las palabras y los actores. 

La palabra, vehículo de comunicación por excelencia, cobra en Julio César una gran importancia. Se emplea un lenguaje culto, poético, evocador y transmisor de emociones, devolviendo a la misma el estatus que se merece.

En el ámbito interpretativo, la obra está perfectamente ejecutada por cada uno de los ocho actores que participan en la escena. El veterano Mario Gas, en el papel de Julio César, consigue transmitir la magnanimidad de un gran emperador, a la vez que muestra su lado humano y más humilde.

Sergio Peris-Mencheta, interpretando a Marco Antonio, conquista el escenario y al público en cada aparición. Su grave y rotunda voz resuena como el trueno en los dos soliloquios del actor, ambas escenas cargadas de emoción y tensión.

Bruto es representado por Tristán Ulloa, quien capta la esencia de este personaje en sus horas más bajas y difíciles, muestra la pesadumbre por la terrible decisión que ha de tomar por el bien de Roma.

Agus Ruiz encarna a Casio, el verdadero conspirador y artífice de todas las maquinaciones, quien realiza también una gran interpretación e igual de loables son las interpretaciones de Carlos Martos, Juan Ceacero y Pedro Chamizo, pues todos contribuyen a la realización de la mejor obra de teatro que se ha visto hasta el momento. 

Sin ánimo de extenderme más, sólo me queda recomendar a todo el que tenga oportunidad, que acuda a ver Julio César, pues es una obra que por su calidad e intensidad, no dejará a nadie indiferente.

Un saludo.

jueves, 29 de agosto de 2013

Destino de vacaciones: Montpellier

Cambiando un poco la temática de mis últimas entradas y volviendo un poco a los orígenes de este blog, retomo el tema de los viajes. Mi destino de este verano ha sido la ciudad francesa de Montpellier.

Localizada al sur del país galo, es la capital de la región Languedoc-Rossellón y cuenta con una población aproximada de 260.000 habitantes. Montpellier es una ciudad vibrante, llena de vida y bullicio, tanto de día como por la noche, con una gran oferta cultural, monumental y de ocio. Su centro urbano está plagado de callejuelas y en cada una de ellas puedes encontrar algo interesante que fotografiar, desde una iglesia, museo, parque o simplemente una bonita terraza. Esto último ha conseguido "enamorarme" puesto que cada pequeño rincón es aprovechado por bares y otros locales para colocar sus mesas, haciendo de estas terrazas el lugar perfecto para tomar una copa de vino con los amigos y huir del calor del verano.

Sin ánimo de ser exhaustiva, enumeraré los principales lugares de interés, aquellos que (desde mi parecer) ningún viajero debería perderse.

Comenzamos nuestra "ruta" particular en la Place de la Comédie, centro neurálgico de la ciudad. En ella podemos encontrar la llamada Fuente de las Tres Gracias (Aglaé, Euphrosine y Thalie), construida por el escultor Étienne d'Antoine en 1773, que constituye uno de los emblemas de la ciudad. Detrás de la citada fuente, se sitúa la Opéra Comédie (1888), una de las dos óperas que posee Montpellier.


A continuación, en uno de los extremos de la Place de la Comedie comienza la explanada Charles de Gaulle, donde podemos encontrar la oficina de turismo. El parque se trata de un complejo constituido por jardines, varias fuentes, un lago y un par de edificios de exposiciones. Uno de ellos dedicado a la fotografía y el segundo (Espace Dominique Bagouet) a las artes plásticas. Ambos son gratuitos y las exposiciones bastante interesantes. En mi primer día en Montpellier tuve la oportunidad de darme una vuelta por ambos y descubrir la obra del pintor Albert Dubout, la cual es bastante recomendable: lo que más me llamó la atención fueron sus cuadros sobre corridas de toros, cuanto menos originales.

Al extremo de la explanada Charles de Gaulle se halla la Opéra Berlioz, la segunda ópera de Montpellier, construida en 1990, y que también constituye el Palacio de Congresos (1988) que recibe en nombre de Corum. Si continuamos en esta dirección, bajando unas escaleras que conectan la explanada con la parada de tranvía del Corum, nos encontramos con el Jardin des Potiers, un jardín arqueológico medieval que cuenta con los vestigios de la Iglesia del Espíritu Santo (siglo XIII) y de la Puerta de Pila Saint Gély (siglo XIV).

Bordeando los muros exteriores del casco viejo, otro edificio que llama nuestra atención es el Agora; antiguo convento de las Ursulinas, construido en 1641, fue convertido en una prisión de mujeres en la Revolución y, actualmente, constituye el Centro Nacional de Coreografía y la Ciudad Internacional de la Danza.

Continuando nuestro camino, llegamos hasta el Bulevar Henri IV, donde se encuentra el jardín botánico o Jardin des Plantes, una visita totalmente recomendable para desconectar del bullicio y del ruido de la ciudad, descansar un momento rodeados de su vegetación y dar un reconfortante paseo bajo la sombra de sus arboledas (algo que se agradece en verano). Justo en la acera de enfrente se localiza la facultad de medicina y, detrás de la misma, la Catedral de San Pedro (Cathédrale Saint-Pierre); el Papa Urbano V hizo construir en 1364 un monasterio y su correspondiente iglesia, que posteriormente, sería transformada en catedral en 1536. De esta catedral lo que sorprende es su inusual pórtico principal, así como el colorido de sus vidrieras.











A pocos metros del citado jardín botánico se encuentra la Place Royale du Peyrou, dominada por la estatua ecuestre de Luis XIV y con el Château de l'eau y el acueducto de San Clemente al fondo. Es un parque perfecto para ir al atardecer, a contemplar la puesta de sol mientras disfrutas de una buena copa de vino, sentados en el césped junto a los amigos... muy bohemio y muy francés todo.








Enfrente del parque y como puerta de acceso al centro histórico de la ciudad, se erige el Arco del Triunfo, construido a finales del siglo XVII, en honor de Luis XIV. Junto a él, encontramos el Palacio de Justicia, edificio de estilo neo-clásico, construido en 1853 y que ocupa el antiguo emplazamiento del Château des Guilhem.


Abandonando el casco histórico de Montpellier, emprendemos el camino hacia otra de las zonas más emblemáticas de la urbe: Antigone. Se trata de un barrio de estilo neo-clásico, diseñado por el arquitecto catalán Ricardo Bofill. Supone una ruptura total con el estilo predominante en el centro histórico, que recuerda en algunos momentos a las ciudades de la antigua Grecia o Roma, inspiración que se manifiesta en las esculturas que adornan sus calles, dedicadas a dioses griegos como Poseidón o Diana. Además, aquí podemos encontrar la Mediateca Central Émile Zola y la piscina olímpica. Antigone concluye con la Place de l'Europe, una plaza flanqueada en uno de sus lados por un edificio en forma de semicírculo y, en el otro extremo, por el río Lez.






Para los amantes del arte, Montpellier cuenta con muchas galerías, museos y centros de exposiciones, aunque el más relevante y de visita obligada es el Museo Fabre, fundado en 1825 por el pintor local François-Xavier Fabre. El museo cuenta con una gran colección de obras de todos los momentos y corrientes artísticas, pudiendo destacar obras de autores como Rubens, Zurbarán, Delacroix, Monet, Sisley, Degas, Manet o Duchamp. Así mismo, hasta octubre de 2013, el museo cuenta con una exposición dedicada al pintor impresionista Signac, en conmemoración del 150 aniversario de su nacimiento.

En cuanto a lugares de ocio, cabe mencionar el centro comercial Odysseum, al que se puede llegar a través del tranvía, y que aglutina casi todas las tiendas de moda, cafés y restaurantes. En sus proximidades también se encuentra el aquarium Mare Nostrum, el planetario y algunas otras instalaciones de recreo. El otro centro comercial lo encontramos en el centro, el Polygone, que une la explanada Charles de Gaulle con Antigone.

Respecto a la vida nocturna, algo muy importante de una ciudad, sobre todo si vamos de vacaciones, Montpellier ofrece una gran cantidad de alternativas para todos los gustos. Todas las calles del centro están plagadas de bares, restaurantes y pubs de todas clases y estilos. Como recomendación: buscad los locales que estén un poco más alejados de la Place de la Comédie, porque serán algo más económicos. Hay que tener en cuenta que Montpellier es una ciudad cara, pero aún así se pueden encontrar establecimientos con precios razonables.

Otra de las ofertas nocturnas/ enológicas/ gastronómicas más importantes e interesantes de Montpellier son Les Estivales. Se trata de una degustación de vinos de la región que tiene lugar en la explanada Charles de Gaulle todos los viernes, durante el verano. Parece una pequeña feria, con puestos de artesanía, bisutería, comida, conciertos en directo y, por supuesto, vino. Por el módico precio de 5€ compras una copa y tres tickets para canjearlos por vino. Prácticamente toda la ciudad acude a este evento, por lo que la animación y el buen ambiente están garantizados.

Soy consciente de que me dejo muchas cosas en el tintero acerca de Montpellier y sus alrededores, pero me conformo con haber despertado la curiosidad del lector acerca de esta ciudad. 

Montpellier ha sido la primera ciudad francesa que he conocido, pero su estilo de vida, sus calles y arquitectura me ha cautivado, así que prometo que no será la última visita al país galo. 


Un saludo.








sábado, 3 de agosto de 2013

Las flores de la guerra (Flowers of War)


Ha pasado bastante tiempo desde que escribiera mi última entrada. Mi artículo de regreso ha tenido que esperar a que encontrara algún tema lo suficientemente interesante, algo sobre lo que mereciera la pena escribir. Por fin puedo afirmar: ¡lo conseguí!

El tema en cuestión que ha conseguido sacarme de mi letargo "bloggero" es el filme chino Las flores de la guerra, protagonizada por uno de mis actores fetiche, el galés Christian Bale (Batman). Llevaba mucho tiempo queriendo ver esta película, más o menos desde que supe de su existencia allá por el año 2011. En España no se estrenó hasta el presente año, hace ya algunos meses; pero muy a mi pesar, no llegó a las salas de cine de mi ciudad, como tantas otras buenas películas que se quedan por el camino. Por eso he tenido que esperar hasta que la misma ha estado disponible para alquiler en Internet.

Las flores de la guerra, adaptación de la novela Las trece mujeres de Nankín, está basada en acontecimientos reales, que sucedieron en 1937, en la guerra mantenida entre China y Japón. La acción se localiza en la ciudad china de Nankín, que está siendo tomada por el ejército japonés, aunque aún queda algún escuadrón chino que intenta defenderla de los invasores. En este estado de los hechos, llega a la misma John (Christian Bale), ciudadano americano que trabaja en una funeraria, para enterrar al difunto párroco de la iglesia católica de Nankín.

(Spoilers)

En la citada parroquia, John se encuentra con un grupo de niñas, estudiantes del convento, que se refugian de la guerra bajo la protección que les ofrece las puertas de la iglesia. Ante estas mismas puertas llega un grupo de prostitutas, buscando el mismo amparo frente a la violencia de la guerra.

Las terribles acciones del ejército japonés hacen que John se erija en protección de ambos colectivos de mujeres, haciéndose pasar por el párroco, puesto que el ser americano supone una cierta garantía de seguridad.

John aceptará la presencia de las prostitutas en la parroquia; situación que, en un principio, producirá conflictos con las estudiantes. La educación conservadora y católica que han recibido las niñas contrasta con el exotismo y la sensualidad de las prostitutas. Sin embargo, las mutuas necesidades y los miedos comunes harán que aprendan a valorarse unas a otras, empezarán a conocerse, disminuyendo sus diferencias y dándose  la oportunidad de aprender el significado del sacrificio y el honor. Las prostitutas se solidarizarán con los problemas a los que se enfrentan las estudiantes, pues no son más que el reflejo de la infancia que a ellas mismas les robaron, una infancia a la que aquellas niñas ya no podrán volver después de vivir los horrores de la guerra.

Las flores de la guerra es una buena película, otra más que narra los horrores de la guerra, especialmente los sufridos por las mujeres. Es una historia intimista, que muestra los miedos, cobardías y heroicidades que el ser humano es capaz de llevar a cabo en situaciones extremas, así como los conflictos personales y morales a los que el individuo se enfrenta: el sentido de supervivencia frente al de protección, el egoísmo o la cobardía frente a la valentía, presentada a través de pequeñas acciones y gestos desinteresados.

A pesar de que la historia se desarrolla casi en su totalidad, dentro de los muros de la parroquia, las más de dos horas del filme transcurren sin que el espectador caiga en el tedio. El guión está bien planteado, la acción y los personajes atrapan al espectador, consiguiendo la empatía del mismo con las vicisitudes de los protagonistas. También es de admirar su fotografía, que aporta algunas imágenes bastante bellas, en contraste con otras que nos muestran la desgarradora cara de la guerra

Desde mi más humilde opinión, recomiendo esta película a todos aquellos que les guste el cine bélico, las historias sencillas pero con profundidad o a los que simplemente disfruten con una buena película, al margen de las "americanadas" de turno que llenan las salas de cine y la parrilla televisiva (algunas de ellas también son buenas o, al menos entretenidas).



Como despedida, os dejo con su trailer, para ir abriendo boca. Espero que os guste tanto como a mí.

Un saludo.




domingo, 7 de abril de 2013

Anna Karenina de Joe Wright




La historia de Anna Karenina nos traslada a la Rusia del siglo XIX. Anna Arkádievana es una  hermosa aristócrata de la alta sociedad rusa, casada desde muy joven con un influyente miembro del gobierno, el adusto Alekséi Aleksándrovich Karenin, con el cual tiene un hijo al que adora.

Tanto la novela de León Tolstói como la película comienzan con el viaje de Anna Karenina a Moscú para visitar a su hermano, el Príncipe Stepán Arkádyevich Oblonski, conocido como Stiva, para ayudarlo a resolver sus problemas con su esposa, Dolli, quien se encuentra muy alterada tras descubrir las infidelidades de su marido. En la estación de tren su camino se cruza con el del joven y apuesto oficial Alekséi Kiríllovich Vronski (conde Vronski). Desde ese momento, Vronski queda cautivado por la elegante belleza de la dama y, aunque Anna regresa a San Petersburgo junto a su marido y su hijo, el joven la seguirá allá donde vaya, pues la atracción que siente por ella escapa a su control.


Anna Karenina realiza una crítica a la hipocresía y a la doble moral de la alta sociedad rusa de la época, que se refleja en cómo se repudia socialmente a Anna por su adulterio, mientras que muchas de esas personas tenían otras tantas infidelidades.

Respecto a la nueva versión cinematográfica, el director británico Joe Wright ha realizado una arriesgada apuesta en cuanto a la puesta en escena. La historia se cuenta como si de un teatro se tratara. El cambio de una escena a otra se lleva a cabo por tramoyistas, cual espectáculo teatral. Los escenarios y localizaciones tienen lugar, la mayoría de ellos, en las tablas del teatro o entre bambalinas. Incluso la carrera de caballos es recreada en el interior del teatro. Lejos de perjudicar, considero que esta nueva visión del clásico le aporta un toque de frescura y contribuye a mejorar la fluidez de la historia, pues no se pierde tiempo en cambiar de una localización a otra, sino que el trascurso de las diferentes escenas está cuidadosamente elaborado. Realmente, que la acción se desarrolle como si de un espectáculo teatral se tratara poco importa, pues lo más relevante es la historia en sí misma y, de esta forma, los paisajes o localizaciones no le restan ni un ápice de protagonismo a los hechos que se cuentan.

En esta ocasión, Joe Wright ha vuelto a rodearse de un equipo por él conocido, pues la actriz que da vida a Anna Kanrenina es Keira Knightley, quien ya trabajó bajo sus órdenes en Orgullo y Prejuicio (2005) y en Expiación, más allá de la pasión (2007). También repite Matthew Macfadyen, protagonista junto a Knightley en Orgullo y Perjuicio, aunque en la presente película se le reserve un papel más secundario como es el de Stiva, hermano de Anna Karenina. Volviendo a los personajes principales, el conde Vronski es interpretado por Aaron Johnson (Infiltrados en clase, Albert Nobbs, Kick-Ass); mientras que el papel de Karenin es ejecutado por Jude Law (Sherlock Holmes, The Holiday). La magnífica banda sonora, por su parte, corre a cargo de Dario Marianelly, quien ya compusiera la música para otras películas del director, como las citadas Orgullo y Prejuicio Expiación. Entre los pequeños cameos cabe destacar el de Michelle Dockery (conocida por interpretar a Lady Mary en la serie Downton Abbey) y el de la modelo Cara Delevingne.

(Spoilers)

En cuanto a mi opinión, he de señalar que hace ya algunos años que leí la novela de Anna Karenina, pero puedo afirmar que la película es bastante fiel en cuanto al recuerdo que yo tengo de los acontecimientos que en ellas transcurren. Anna Karenina cuenta más que una historia de amor, una historia de pasión y de destrucción. Nunca he sentido compasión por Anna, si bien es cierto que se casa con un hombre mucho mayor que ella, del que no está enamorada y que tiene todo el derecho del mundo a conocer a alguien que le haga sentir toda la intensidad del deseo y la pasión, su comportamiento posterior desvirtúa la posibilidad de que llegue a sentir pena por ella o empatizar con su sufrimiento.

En primer lugar, Anna Karenina es una mujer egoísta y caprichosa. Un ejemplo de ello podemos encontrarlo en la relación con sus hijos: su primer hijo, fruto de su matrimonio, es su tabla de salvación; en él vuelca todo el amor y el cariño que tiene por dar, puesto que su marido puede ser cualquier cosa menos cariñoso con ella. Su hijo es su vida, porque es la única criatura a la que ama y por la que es querida. Sin embargo, posteriormente tiene una hija con el conde Vrosnki y su actitud frente a ella es diferente; en esta ocasión, su hija constituye casi un estorbo, porque le impide vivir plenamente su relación con su amante. Este comportamiento, que en la película puede pasar un poco desapercibido (aunque si se fijan, la niña casi no aparece después de su nacimiento), en la novela se ve reflejado con total claridad.

Por otro lado, Anna es en gran parte culpable de su propio descenso a los infiernos; no por el hecho del adulterio, el cual considero justificado en este caso, sino porque una vez que ha conseguido irse con su amante y puede ser feliz, ella misma desarrolla unos celos enfermizos e infundados, fruto de sus inseguridades; presiona y hostiga a Vronski, consiguiendo malograr su relación. 

Sin embargo, no quiero que con esta crítica al personaje de Anna Karenina parezca que no me gusta la novela o la película, ni mucho menos. La novela es una de mis obras favoritas, el hecho de que Anna sea una mujer con sus debilidades y con sus demonios personales enriquecen la historia, porque presentan a una mujer real: todos no podemos actuar correctamente siempre y en todo momento. El realismo de los personajes de la obra de Tolstói es una de sus principales bazas. Por otro lado, es una gran historia que cuenta un amor de esos que te consumen y que pueden destruirte, pero que el simple hecho de vivirlo hace que tu existencia haya merecido la pena.

Un saludo.